Psalms 124

Firmeza del monte Sión

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1. Más inconmovible que el monte Sión es la firmeza con que Dios ampara a Israel y así también a todos los justos (versículo 3 y nota). He aquí el argumento de esta preciosa oración. Cf. Joel 3, 20; Salmos 64, 2; 67, 17, etc. Un moderno articulista dice a este respecto que “el estoico —ese que el mundo llama filósofo práctico— espera con calma los acontecimientos como si todas las dificultades se solucionaran al fin por sí solas en virtud de una especie de ley optimista. El creyente no puede tener ese optimismo con respecto a este mundo, ni tener fe humanista porque Dios le forma una pésima opinión de la humanidad caída y le revela en el Apocalipsis el destino catastrófico de las naciones. Pero el creyente sabe, por muchos Salmos, que Dios es activo e infalible protector de los que esperan en Él. Solo ese conocimiento le permite seguir la norma que dice: “En la quietud y confianza está vuestra fortaleza” (Isaías 30, 15). En esto su actitud se parecerá a la calma de aquel estoico, pero ambas posiciones espirituales se alejarán diametralmente y los resultados también. El lema estoico ‘Osa y espera’, que no solo es de los saboyanos sino de muchos moralistas paganos y de muchos sajones como Kipling, etc., lleva sin duda a triunfos más o menos inmediatos, pero toda la historia nos muestra que esa confianza en el hombre, a pesar de su fanática voluntad de vencer, ha producido los fracasos más irreparables. En cambio, la Escritura enseña que si alguien confía en el Señor, es como el Monte Sión, que no será conmovido.”
Cántico gradual.
Los que confían en Yahvé
son como el monte Sión,
que no será conmovido
y permanecerá eternamente.
2
2. Véase Salmo 126, 1 y nota.
Como Jerusalén está rodeada de montes,
así Yahvé rodea a su pueblo,
ahora y para siempre.
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3. Sobre la heredad de los justos: Alude a Israel, que es llamado muchas veces herencia de Dios (cf. Salmo 15, 5) y cuyo territorio no será hollado para siempre, sino solamente hasta que se cumplan “los tiempos de las naciones” (Lucas 21, 24). Cf. Salmo 78, 1; Isaías 63, 9 y 18; Apocalipsis 11, 2. Los acontecimientos históricos en que se reconoce a Judá derechos, aunque parciales, sobre Palestina, vuelven nuestros ojos a esos anuncios bíblicos. Cf. Salmo 125, 6 y nota; Mateo 24, 32. Jesús nos hace a todos una promesa semejante para los últimos tiempos, próximos a su segunda Venida, cuando “se enfriará la caridad de la mayoría” (Mateo 24, 13) y peligrará la fe aun de los elegidos. Entonces, por amor de ellos, se abreviarán esos tiempos (Mateo 24, 22), “no sea que también los justos”, etc. Esta explicación, que nos descubre una vez más el Corazón amante y misericordioso del Padre celestial, confirma el proverbio popular: “Dios aprieta, pero no ahoga” y muestra que la doctrina del Salmo se aplica también a los justos en general (cf. I Pedro 1, 6; 4, 7 ss.; 5, 10, etc.). Cuando veamos al justo oprimido, sepamos, pues, que eso no durará. No permite el Dios fiel que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas (I Corintios 10, 13), y hasta en el caso de Job vimos su fin dichoso aun en esta vida (cf. Santiago 5, 11). Si pues nos parece que se prolonga nuestra prueba, veamos si no hay en nosotros una voluntad soberbia que resiste a la gracia. Cf. Mateo 6, 33.
No permanecerá, pues,
el cetro de los impíos
sobre la heredad de los justos;
no sea que también los justos
extiendan sus manos hacia la iniquidad.
4Oh Yahvé, derrama tus favores
sobre los buenos y rectos de corazón.
5Pero a los que se desvían
por senderos tortuosos
échelos Yahvé con los obradores de iniquidad.
¡Paz sobre Israel!
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